Mi
alma tiene la palabra
Poesía de Genaro Zúñiga Escobedo
¿Para qué un poema?
¿Qué poesía podría escribir?
¿Poema para perfume
o poema para basura?
¿Poema para apalabrarse
o poema para olvidar?
¿Poema para abrir los ojos
o poema para cerrarlos?
¿Poema para quemarlo?
¿Poema para cuidarlo?
¿Poema para borrarlo?
¿Poema a gritos o en silencio?
Ustedes habrán de saberlo,
yo sólo sé
que hice de este momento,
un espacio necesario
para hacer este poema en mi vida.
Y listo. A mi vida lo acompaña
un poema que me enseña
la libertad de responderme
lo que quiera, cuando las preguntas
sean dudas que borran la visión
para apreciar este valioso instante de la vida.
Todo por nada
¿Qué innegable poder tendrá la
gloria,
que siendo en realidad nada,
pareciera como si fuera todo?
Y es que para conseguirla hay que
darlo todo
aunque en verdad su pago sea sólo
nada.
¿Qué negocio es éste, tan macabro
que habré de perder la vida
buscando ganármela?
Después de la cima de la montaña
sólo aire de la soledad,
más allá de los confines del
universo sólo misterio,
en los abismos del mar sólo densa
oscuridad.
¿Quién puede llegar al sol sin
quemarse?
Tantos logros externos y, sin
embargo,
¿Por qué el mundo es infeliz?
Realmente tantos de nosotros
somos desconocidos y
¿cuánto valor no hay
en nuestro heroísmo silencioso
que no saben los demás?
Porque estamos hechos de la misma
materia
y no hay nada en el Universo que
pueda medir
nuestro amor sin horizontes.
Todos vamos al mismo fin,
hasta nuestra misma casa, La
Tierra,
va hacia la inevitable muerte.
Así que homenajes a la parca con
premio,
porque cuando ya nada se siente
se corresponde con lo que dentro no
deja nada.
¡Un símbolo hueco!
Nuestra vida es nuestro tesoro,
como lo primero y lo último que
tenemos.
Vayamos por la vida,
ya que todo termina,
no vayamos tras quimeras
sino aprovechemos la vida y
disfrutarla
dándonos a nosotros nuestro valor.
Romance popular
Estoy en la esquina de este barrio
y aspiro el olor de los claveles
del balcón.
No traigo guitarra,
no hay serenata,
no hay cartas de amor,
sólo hay suspiros profundos en mi
pecho.
Anhelo porque salga la mujer,
esa mujer desconocida aún,
que también suspira por mí.
Sólo conozco música de mi mente,
que me hace silbar canción,
que es canto que sólo yo escucho
y
la calle sorda
con gente que piensa sólo para sí.
El agua con que riegan las flores
cae sobre mi cabeza,
haciéndome pensar que lloro
por el amor desconocido,
mas creo que me han confundido por
clavel.
Más ¿Para qué llorar?
La esperanza de conocerla
me llevó largas horas en esta
esquina.
Y no vino...¡Vino el colibrí a
festejar el polen!
¡Vino el perro que jadeaba feliz
vida!
¡Pasaron las personas, humanos que
alguna historia de amor
parió para vivir su presente en
esta calle!
No vino la mujer soñada por las
noches y los días de juventud.
¿Qué es el romance? ¿Con qué se
come?
¡Vámonos que hace ya hambre
y ella, la dulce de caramelo,
me espera el día de mañana
cuando vuelva a dar el sol en esta
esquina de azúcar!
¿Qué tanto hay
en las pantallas que ella no sale al balcón?
Vientre del amor
¡Alerta¡
La vida se escapa y no hay manera de detenerla.
Las espumas de las olas tampoco
dejan de burbujear a las orillas del mar y
mi corazón late rojo como
cereza del pastel acuático.
Nada está quieto, todo es eterno movimiento.
El tiempo es carrusel sin descanso
al cual subimos al mundo a dar vueltas.
Así, en mi ciudad, tengo la vida,
viven conmigo las creencias pasadas,
pero no son las ideas de mi corazón.
Porque la cabeza es cuna de fantasmas
y mi órgano escarlata,
latido de mis profundos sentimientos con el tiempo.
Lloran las almas la muerte,
más la alegría de vivir está presente en todos
quienes pisamos tierra.
Corazón pacífico,
cabeza guerrera,
hagamos las paces,
seamos uno solo
y no luchemos como un país en guerra civil.
Uno por uno caemos a dormir eternamente,
ya que así me toca por destino,
siempre diré con firme convicción: “!Viví como quise vivir!”
Se abren las nubes negras del temor
y pasa mi tranquilidad a mis anchas
a disfrutar los gozos celestiales
cuando la sencillez abre los ojos
y nunca cesa de mirar hacia dentro…
Donde el espejo mira hacia afuera.
¡Qué hermoso es el mundo interior llamado vida
que salió del vientre del amor!
Danza mexicana
Pareja, parejita,
¡Vamos a bailar la música!
Levántate de tu asiento, dame tu
mano y dancemos este son
como Tláloc nos dio a entender.
Tu cuerpo de mujer,
anhelo sensual de figuras,
cubierto tras esa falda,
ora abajo,
ora arriba.
Tu rostro colorido,
ojos plateados, boca fresa roja y
dientes de esquites,
bajo el andar de mi mano
al compás de los músicos del
pueblo.
Ora viene la danza alegre, bailemos
entre carcajadas rítmicas.
Ora viene la danza triste, valsemos
entre lágrimas saladas.
Los tambores suenan a marcha
guerrera,
¡Demos pisotones de ira!
El arpa suena dulce y onírica,
¡Mándame tu beso etéreo que ya te
envié el mío!
Sigue el ritmo de los latidos en la
banda de alientos,
el timbre de una guitarra que canta
folklor,
la melodía es miel pegajosa en los
oídos.
¡Danza
sin pena
y suda éxtasis!
Toda la música se baila,
las trompetistas ritman con sus
sonidos
y los cuerpos en la tarima
electrizan pulsos.
Los poetas bailan con la música que
dictan las letras y
mi corazón baila,
mientras yo danzo contigo,
mis pechos con tus pechos
salientes,
mis ojos con tus ojos de rimmel,
mientras esta pieza se va y se va
hasta el silencio.
Descansamos, suspiramos,
aplaudimos,
pedimos “otra”
y volvemos a nuestro lugar.
Y...
¡Que suene la siguiente canción!
¡La música llama a zapatear la
duela!...
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