martes, 12 de junio de 2007

Prólogo del poemario "Taller de Sueños" por Andrés Ruiz

PRÓLOGO

Llama la atención que la llama intensa de la pasión ilumine los versos de Genaro Zúñiga, porque a su corta edad, este poeta, músico y artista plástico ha enfrentado las vicisitudes que la vida le ha puesto en suerte como un camino iniciático que lo ha dotado de una voluntad de expresión artística, casi renacentista, en pleno siglo XXI.

Ese camino le ha abierto a Genaro múltiples ventanas desde las que contempla el mundo asido a su vocación de palabras, notas y trazos en los que interpreta lo que piensa, ve y siente, con una madurez inusual para su breve trayectoria.

Llama la atención la multiplicidad de registros e intereses que la poesía de Genaro devela, del paisaje exterior al horizonte interno, de la nostalgia a la dura realidad de cada día, de la mujer inalcanzable al erotismo cumplido, del amor por su tierra a la crítica acerba que es la mejor expresión de ese amor, del sueño redentor o inquietante a la vigilia rebelde, en fin, de ese transitar por la vida entre los fantasmas de la creación y la disciplina del artista, que para él es, sin duda, la mejor forma de existencia.

La ciudad es sujeto de sus versos, ella, nos dice, “...es la distancia de nuestra soledad”, donde “Oculto para mí el hombre que/ duerme en su lecho/ Me excomulgo de todas las hipocresías”, en esa urbe imaginaria o real transitada por “Los millares de ojos de los autos (que) son ciegos” y “Los vecinos oyen ladrar/ El advenimiento de la luna”.

Así también, el reflejo de sí y del otro le atrae como un talismán, donde “Sólo ve en mí,/ La imagen fiel de lo que/ eres”. Y se interroga desde la piel para preguntarse “¿Qué puede ser ella si no es ni/ siquiera su cuerpo?”.

El misterio de los días, el transcurso del sol y la llegada de las sombras cruzan por sus versos para decirnos que “Sólo quedaba levantar/ La pesada mañana,/ Y ponerla en la tarde,/ Para que la noche fuera ligera”, y apela a la templanza para pedir “Paciencia, sólo paciencia me queda/ Antes de hundirme/ O que el tiempo de junio se/ componga/ O que la mar del sufrimiento/ Quede estática”.

Y, asimismo, los seres intangibles irrumpen en su escritura y se vuelven inasibles, “Cuando en versos trato/ de describirte/ Y te me escapas/ Cual fantasma de ocasión”. Pero también remonta el vuelo, toda vez que “Las alas del hombre están en su confianza terrenal/ Que tiene las alas más enormes que cualquier ave/ Las alas abiertas de su imaginación”.

Habla el poeta de paisaje, y el mar y sus costas son su territorio, donde “Las palmeras/ se desvisten/ de cocos”, “Y mi paraguas incendió el mar de arenas del desierto” o “El mar te menciona en cada ola que llega a la playa”.

Transitan con solvencia los versos de Genaro por el humor, cereza en el pastel de la inteligencia, y pide sonreír “...a la belleza de la poesía/ Con verso bueno/ En cuerpo sano”, así también en sus impecables “Minironías”. Pero no son ajenos a la tragedia cotidiana:
“Vida que presagias la/ tormenta,/ No me dejes inerme sin/ preparación”, porque “Y ahora sólo vivo/ Vivo sin hacer nada/ Y estoy aquí tan sólo/ Para hacer valer mi existencia”, o bien, que “A esta realidad no me es dado vivirla, entonces,/ ¿En qué sueño anduve metido?”

Joven al fin, el poeta ve el universo escolar como una tiranía ejercida por mediocres que son la autoridad “Y como tal se le obedece/ Tanto en la razón como en el absurdo/ Ante el sometimiento ya no vale la pena/ Ni pensar”, porque los profesores “Son dioses en la escuela/ Y humanos infinitamente pequeños en la calle”.

En una evocación de Galicia, Genaro escribe estos versos luminosos: “Ella es de Vigo, es niña y es de/ abril/ Llamémosla Margot”. E igual de destacable es su poema “Amor”, donde la contradicción es contrapunto para un final anticlimático.

Así, como el músico que es, avanza por la escritura en esa su otra pasión: “Aunque cueste vivir de la música/ Aunque cueste vivir sin la música”.

No es ajeno, por cercanía, por amor, por interés, al periodismo, y dice que “Las noticias son como zarpazos de tigre/ Que araña a propios y extraños/ Hacen mil heridas al hombre público/ Hasta que lo vuelven piedra de banqueta/ Cuando antes era una estatua”, pero no se equivoca cuando afirma que los periodistas “Tanto pueden ser la medusa de las críticas/ Como el cíclope ciego, cómplice del poder”.

De la pintura, otra de sus afinidades electivas, habla para referir que la artista a la que alude sus versos “Pinta como testamento” y su “...mirada ve lo que nadie observa”.

Reflexiona este joven poeta sobre la idea del mundo y las voces y apariencias que lo habitan, y así, “La tranquilidad se vuelve un lecho donde recostar/ El problema de las ideas”. Y más: “Lo que no soy es lo que mejor aparento/ Si no soy el mismo tengo que disimular/ Si soy el que quiero, la razón de otros me critica/ Si soy el mejor, el miedo me detiene/ Si soy otro, todos aceptan la hipocresía” porque “...alejados en las ideas se critica lo que se ve,/ Y nunca se sabe lo que se siente” y “Se oye de lo que no se sabe/ Hablar no hace,/ Pero tiene la poderosa crítica del inútil”.

Comienza pues para Genaro Zúñiga su tránsito por la poesía, pisa bien, porque el trayecto comienza con un primer paso y con la voluntad de caminar siempre en mente. Aprenderá, sin duda, que se escribe también borrando, corrigiendo, siempre trabajando, y creo que eso, por los senderos difíciles que ha debido recorrer, no es algo que pueda asustarlo o desalentarlo de su vocación poética.

Ulises llegó a Itaca sin esperar recompensa en su destino, ésta la había ganado ya en el aprendizaje de su trayecto.

Andrés Ruiz

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