jueves, 22 de abril de 2021

Club 300 (Cuento)

 

           Club 300

         Juan José es un joven de Morelos que hace todos los días ejercicio en el gimnasio Club 300 de Cuernavaca. Llega con su moto Italika a las 8 de la mañana. Viste con camiseta deportiva, corte de pelo moderno, tatuajes en forma de rosas alrededor de sus brazos musculosos y otro de un cuervo en la unión del cuello con la espalda. Lleva diez años en el gimnasio y ha logrado un cuerpo fuerte y esbelto, de fisicoculturista, en el cual destaca su pecho prominente como el de su admirado actor de Hollywood, Sylvester Stallone.

           Eligió meterse al gimnasio porque no le gustaba la escuela y quería llamar la atención de las muchachas. A ellas las veía muy exigentes, ya que no le hacían caso por su cuerpo flaco y porque era callado. Así que cuando llegó a Cuernavaca a sus 17 años, fue de lo más entusiasta para ingresar al Club 100 con el objetivo de formarse un cuerpo musculoso y estético.

            Diez años después a una muchacha entre muchas que ahora le tenían miedo por sus brazotes, sus tatuajes o su posición económica precaria, a una de ellas le gustó Juan José por su cuerpo. Ambos irradiaban luces en sus ojos cuando se cruzaban sus miradas por el gimnasio. Así, que el encuentro en las instalaciones resultó inevitable. Ella se llama Lorena.

             Desde entonces  Juan José es feliz en el gimnasio con Lorena.

             Pero al salir de su rutina deportiva la vida de Juan José se vuelve vacía. Piensa sólo en el dinero que le falta y abruma pensar que tiene que pagar el crédito de su moto Itálika, que Lorena quiere una casa grande donde vivir, que hay que pagar servicios de internet, televisión por cable y tiempo aire del teléfono celular. Se aburre si no está con Lorena y en el gimnasio. Por lo cual compró una tele grande a crédito también en Elektra, donde también compró su moto. Así que los pagos semanales “chiquitos” empiezan a crecer como su deuda.

            Ya no puede dejar el gimnasio porque lo peor que le podría pasar es ponerse gordo, después del cuerpazo que tiene. A su vez el gimnasio le cobra, el fisioterapeuta le cobra, Lorena quiere ir a Tepoztlán todos los domingos, Elektra le cobra, Walmart le cobra por el mandado, a su vez la luz, el agua, el gas, movistar, la nueva gasolina extranjera que desplazó a Pemex, en fin. No desea leer un periódico, tan lleno de malas noticias y sólo piensa en dinero. La buena noticia para Juan José es que es destacado en su especialidad de la fisicoculturista, lo malo es que no entiende ni está informado de lo que  acontece a su alrededor.

                 “Si por hacer ejercicio me pagaran”, pensaba Juan José cada que salía del ejercicio. Pero esa posibilidad le parecía muy lejana.

                  Hasta que un día llegó un empleado del zar de los antros en Cuernavaca,  a reclutar gente para bailar como striper.

                 Lo dudó, Juan José entró en el antro “La coqueta” y Lorena en el “El daiquirí”. Ambos en las afueras del Cuernavaca sólo que el primero en dirección a Yautepec y el segundo rumbo a Xochitepec.

Genajuglar                         

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