jueves, 22 de abril de 2021

"Cría fama y..."

 

Julio de 2020

“Cría fama y….”

Cuento de Genaro Zúñiga

Era un cuento de nunca acabar del guitarrista Héctor. Había elegido ese instrumento porque no le alcanzaba para el piano cuando era niño y vivía en un departamento y para que todos los vecinos no se quejaran de que cantaba fuerte o tocaba mucho el piano, tocó la guitarra que era de un sonido más íntimo. Eran unos vecinos especiales siempre de las siete veces que se cambió de casa Héctor se los encontraba. Su padre lo llevó a muchos conciertos de música folklórica y de protesta pero la zona de Lomas Verdes era una zona de Timbiriche, Televisa, y pues con el neoliberalismo no le quedó más que la maravillosa música clásica sin saber hacia donde iba.

Su primera melodía que sacó de oído fue Serenata de Franz Schubert y luego sacó otras de los cassettes. De niño quería ser escritor y leyó y escribió pero con la universidad se cansó intelectualmente, dando por casualidad con un taller de guitarra de un maestro que tenía muchas tablas. Así también dejó el teclado barato donde añoraba tocar a los románticos compositores, los cuentos donde quería simpatizar con el Boom latinomarecano y la lucha neozapatista, y la universidad que con esas matemáticas quedó delirando unos días que en la calle hablaban muy mal de él.

Así tomó sus clases de guitarra y tocó mucha música de piezas que le gustaba. Como siempre al principio era un sueño y durante diez años estuvo tocando como bravo en las escuelas, en los foros de pueblo más sencillos, donde con su guitarra simpatizaba con movimientos contra el fraude contra Amlo en el plantón de 2006 y la cafetería zapatista, hacía presentaciones donde publicaba sus poemas e incluso tocaba la guitarra clásica, había estado 5 años en el Conservatorio pero se salió porque se cansó de que su cerebro agotado y su ego acostumbrado siempre al diez en todas las materias que le presentaran se fue para no volver porque tuvo unos días muy aciagos con su salud.

Entonces se resguardó en casa para sobrellevar una convalecencia donde necesitaba cuidados. Pero en la época de Calderón que matan a un comandante de la policía que era vecino de Héctor. Fue una tragedia para aquella familia que se dedicaba a eso también, pero el caso es que trajeron un perrito bien bravo y Héctor no quería salir de su casa porque le fuera a morder. Así que continuó tocando y tocando y tocando en su casa hasta que una amiga lo llevó ante un estudio de grabación, donde continuó tocando y salió su disco, las presentaciones, amenizar los poemas de la amiga, todo iba bien hasta que…….

La mano derecha de Héctor se lesionó y quedó sumamente cansada.

La cuestión para Héctor fue que ya no podía tocar las piezas y le vino una sensación de angustia de agarrarse a una vocación.  Su ego se vino abajo. De tocar de oído pasar por la escuela Conservatorio, hacer presentaciones, elogios por aquí y por allá de la comunidad de periodistas donde trabajaba su papá Pedro y de pintura donde vendía en el jardín del arte su mamá Rocío, volver a empezar de cero y con los nudillos enfermos.

Héctor le dio por componer y tocar en un dueto con su papá llamado Los Pingüinos pero con la crisis mundial del 2008 y ese periodo terrible de Calderón, luego de un viaje de trabajo a Cuba su papá Pedro le dio una isquemia en el cerebro y estuvo a punto de quedar mal. Y es que él era el sostén de la casa, quien le decía que se saliera de la Universidad y el Conservatorio si sentía mal. “La vida es para hacer tu gusto, no venimos al mundo a sufrir”, era de las tantas cosas que le decía Pedro para calmar las preocupaciones del joven Héctor.

Pues a Héctor les decía sus maestros que cobrara, que le entrara al mercado, que trabajara en un café, en una cantina, que hiciera negocio con su talento de guitarra, pero Héctor veía la música de manera romántica y quería ser libre de la explotación. “Con un esclavo basta”, decía su padre que iba cada semana al periódico El Tornillo sin fin, pero el sistema neoliberal pone a trabajar a las familias sin pagarles y también Rocío y Héctor trabajaban. Pero de una manera que desconocían al grado de que la mano de Héctor se agotó y su madre Rocío en un accidente se envenenó con un producto Herbalife caduco pero Héctor la salvó al llevarla al hospital ya que andaba mucho tiempo con ella acompañándola.

Entonces dejaron las penurias del Estado de México que se había descompuesto de ambiente. Se fueron para la Ciudad de México gracias a los ahorros de vida austera de la familia de Héctor. Y se quedaron con la casa del Estado de México donde dos veces entraron a robar llevándose cosas entre ellas unas guitarras eléctricas azules y rojas y dejando una toalla llena de caca.

En la Ciudad de México estuvieron más cerca del periódico El Tornillo sin Fin, que ayudaba a la causas justas y de libertad, hasta que estuvo a punto de llegar a la quiebra. En una reunión con el sindicato donde luchó Pedro por la defensa salarial de los trabajadores, la empresa declaró quiebra…..sólo con el sacrificio al bienestar de los periodistas se podía salvar. Y los periodistas salvaron el periódico. Pero Pedro quien estaba ya viejo y le ayudaba Héctor cumplir con su labor de noticias económicas, prefirió la jubilación.

Entonces Héctor y su familia se fueron a Morelos. Luego de sobrevivir en la Ciudad de México a muchas situaciones. En Morelos entró hasta los 37 años. Y ahí va Héctor sin saber cuál es su vocación en realidad. Sin su mano buena, le dio por cantar, le dio por el yoga, le da por las noticias, le da por las lecturas, ahora sí ya se puede comprar un piano digital, tiene una buena guitarra, pero Héctor deseaba saber lo que quería ya que es como cualquier mortal, un día se le va acabar el tiempo.

Y vió que en su enajenación le dedicó mucho a esa guitarra que sólo era para deleitarse con una pequeña melodía de Franz Schubert, dejando amores, una vida azarosa, la salud de sus manos, y todo por el “qué dirán” que tanto lo inflaba no permitiéndose el descanso.

Hasta que descubrió esta frase en un libro que puede resumir todo lo que él creía que le había pasado en su juventud con el neoliberalismo de la Ciudad de México. Es de Dale Carnegie en Cómo ganar amigos e influir en la gente. Es la siguiente:

“Cría fama y échate a dormir”.

 

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